19 de junio de 2006

Derecho procesal en pingüinia

Anatole France 
“La isla de los pingüinos” 

Textos escogidos por Alejandro Vergara Blanco


[Primera parte, en: La Semana Jurídica Nª 291, 5 al 11 de junio de 2006, p. 3.]

Los tiempos modernos. [proceso a Pyrot]

 El proceso de las ochenta mil pacas de heno. El entonces ministro de la Guerra, Greatauk, duque de Skull, no soportaba a Pyrot: le reprochaba su eficacia, su nariz ganchuda, su engreimiento, su afán de superación, sus labios gruesos y su conducta intachable. Cuantas veces se llevaban a cabo pesquisas para hallar al culpable de un hecho bochornoso, Greatauk decía: ¡Ese fue Pyrot!


Una mañana habían desaparecido ochenta mil pacas de heno destinadas a la caballería y no se hallaban trazas de ellas. Greatauk exclamó:
--¡Estoy seguro de que fue Pyrot quien las robó!
-- Es cierto –respondió Pnather-, pero es necesario probarlo. (…) Presentaré ante los tribunales a Pyrot, acusado de haber robado ochenta mil pacas de heno
-- Señor ministro, acabo de examinar todo lo referente a las ochenta mil pacas de heno y no tenemos pruebas contra Pyrot.
-- Pues hállenlas –respondió Greatauk-, es una exigencia de la justicia. Ordene inmediatamente que arresten a Pyrot.

[Pyrot fue secretamente juzgado y condenado]  

Afortunademente –dijo el General Panther- los jueces tenían la convicción de que era culpable, porque no existían pruebas.

[No podían destruir las pruebas de la acusación porque no les era posible conocerlas; y no podían conocerlas porque no existían. La culpabilidad de Pyrot era indestructible porque estaba sustentada en la nada.]

Y así, con legítimo orgullo, con palabras propias de un verdadero artista, Greatauk le dijo un día al general Phanter: “Este proceso es una obra maestra: ha sido hecho con nada”

[De pronto descubrieron que las ochenta mil pacas de heno nunca habían existido.]

-- ¿Qué es esto?
-- Pruebas contra Pyrot –señaló con satisfacción el general Panther. No las teníamos cuando lo condenamos, pero ahora las poseemos en abundancia. Son nuevas pruebas contra Pyrot que nos están llegando.
-- Está bien, ¡me parece muy bien! Pero temo que con todo esto se prive al caso Pyrot de su encantadora simplicidad. ¿Algunas de esas piezas de convicción son falsas?
-- Algunas han sido amañadas
-- Eso es lo que quería decir. ¡Tanto mejor si algunas son amañadas! Esas son las mejores. Como pruebas, las acusaciones falsas, en sentido general, resultan más valiosas que las verdaderas. Primeramente, porque han sido elaboradas ex profeso, según las necesidades de la causa, a solicitud y a la medida, lo que hace que resulten exactas y justas.

 El Proceso Colombán. Al presentarse ante los tribunales en audiencia pública, Colombán se dio cuenta de que sus jueces no eran nada curiosos. En cuanto abría la boca el presidente le ordenaba callarse alegando los altos intereses del Estado. Por la misma razón, que es la razón suprema, los testigos de la defensa tampoco fueron oídos.

 -- El infame Colombán afirma que no tenemos pruebas contra Pyrot. Y eso es una falsedad.

 El consejero Chaussepied. Los jueces de mayor jerarquía, reconocidos por su brillantez y erudición, componían un tribunal cuyo solo nombre daba una idea del peso de su poder. Se designaba con el nombre de Tribunal Supremo para dar a entender que en él se concentraba todo el peso de la ley, presto a pronunciarse sobre los enjuiciamientos y detenciones de los otros tribunales.

Uno de esos importantes jueces de toga roja del Tribunal Supremo, llamado Chaussepied, llevaba una vida modesta y tranquila en un barrio de las afueras de Alca. De alma pura, honrado corazón y razonamiento inclinado a la justicia, cuando terminaba de estudiar sus expedientes tocaba el violín y cultivaba jacintos en su jardín.

El consejero Chaussepied tuvo acceso a los documentos. Numerados y rubricados, ascendían a la cantidad de catorce millones seiscientos veintiséis mil trescientos doce. Al estudiarlos, el juez resultó primero sorprendido y después asombrado, luego estupefacto, maravillado, y, me atrevo a decir que, después de aquello, curado de espantos.

 Conclusión. El proceso fue anulado y a Pyrot lo sacaron de su jaula.



[Publicado en La Semana Jurídica, Nº 293, 19 de Junio de 2006]