Anatole
France
“La isla de los
pingüinos”
Textos escogidos por
Alejandro Vergara Blanco
[Primera parte, en: La Semana Jurídica Nª 291, 5 al
11 de junio de 2006, p. 3.]
Los tiempos modernos. [proceso a
Pyrot]
El proceso de las ochenta mil pacas de heno. El
entonces ministro de la Guerra ,
Greatauk, duque de Skull, no soportaba a Pyrot: le reprochaba su eficacia, su
nariz ganchuda, su engreimiento, su afán de superación, sus labios gruesos y su
conducta intachable. Cuantas veces se llevaban a cabo pesquisas para hallar al
culpable de un hecho bochornoso, Greatauk decía: ¡Ese fue Pyrot!
Una
mañana habían desaparecido ochenta mil pacas de heno destinadas a la caballería
y no se hallaban trazas de ellas. Greatauk exclamó:
--¡Estoy
seguro de que fue Pyrot quien las robó!
--
Es cierto –respondió Pnather-, pero es necesario probarlo. (…) Presentaré ante
los tribunales a Pyrot, acusado de haber robado ochenta mil pacas de heno
--
Señor ministro, acabo de examinar todo lo referente a las ochenta mil pacas de
heno y no tenemos pruebas contra Pyrot.
--
Pues hállenlas –respondió Greatauk-, es una exigencia de la justicia. Ordene
inmediatamente que arresten a Pyrot.
[Pyrot
fue secretamente juzgado y condenado]
Afortunademente
–dijo el General Panther- los jueces tenían la convicción de que era culpable,
porque no existían pruebas.
[No
podían destruir las pruebas de la acusación porque no les era posible
conocerlas; y no podían conocerlas porque no existían. La culpabilidad de Pyrot
era indestructible porque estaba sustentada en la nada.]
Y
así, con legítimo orgullo, con palabras propias de un verdadero artista,
Greatauk le dijo un día al general Phanter: “Este proceso es una obra maestra:
ha sido hecho con nada”
[De
pronto descubrieron que las ochenta mil pacas de heno nunca habían existido.]
--
¿Qué es esto?
--
Pruebas contra Pyrot –señaló con satisfacción el general Panther. No las
teníamos cuando lo condenamos, pero ahora las poseemos en abundancia. Son
nuevas pruebas contra Pyrot que nos están llegando.
--
Está bien, ¡me parece muy bien! Pero temo que con todo esto se prive al caso
Pyrot de su encantadora simplicidad. ¿Algunas de esas piezas de convicción son
falsas?
--
Algunas han sido amañadas
--
Eso es lo que quería decir. ¡Tanto mejor si algunas son amañadas! Esas son las
mejores. Como pruebas, las acusaciones falsas, en sentido general, resultan más
valiosas que las verdaderas. Primeramente, porque han sido elaboradas ex profeso,
según las necesidades de la causa, a solicitud y a la medida, lo que hace que
resulten exactas y justas.
El
Proceso Colombán. Al presentarse ante los
tribunales en audiencia pública, Colombán se dio cuenta de que sus jueces no
eran nada curiosos. En cuanto abría la boca el presidente le ordenaba callarse alegando
los altos intereses del Estado. Por la misma razón , que es la razón suprema , los
testigos de la defensa
tampoco fueron oídos.
El consejero Chaussepied. Los jueces de mayor
jerarquía, reconocidos por su brillantez y erudición, componían un tribunal
cuyo solo nombre daba una idea del peso de su poder. Se designaba con el nombre
de Tribunal Supremo para dar a entender que en él se concentraba todo el peso
de la ley , presto
a pronunciarse sobre los enjuiciamientos y detenciones de los otros tribunales.
Uno
de esos importantes jueces de toga roja del Tribunal Supremo, llamado
Chaussepied, llevaba una vida modesta y tranquila en un barrio de las afueras
de Alca. De alma pura, honrado corazón y razonamiento inclinado a la justicia,
cuando terminaba de estudiar sus expedientes tocaba el violín y cultivaba
jacintos en su jardín.
El
consejero Chaussepied tuvo acceso a los documentos. Numerados y rubricados,
ascendían a la cantidad de catorce millones seiscientos veintiséis mil
trescientos doce. Al estudiarlos, el juez resultó primero sorprendido y después
asombrado, luego estupefacto, maravillado, y, me atrevo a decir que, después de
aquello, curado de espantos.
Conclusión. El proceso fue anulado y a Pyrot lo sacaron de su jaula.
[Publicado en La Semana Jurídica, Nº 293, 19 de Junio de 2006]