3 de marzo de 2015

¡Tenía razón el contralor!

Señor Director,

A fines del año pasado el Contralor General de la República, de modo premonitorio, anticipaba que "...hay un montón de cosas inapropiadas o muy estúpidas que están pasando en el último tiempo...",  calificando con asertividad diversos cambios institucionales. 
No creo que exista un mejor observatorio que el órgano contralor, dirigido con singular éxito en los últimos años, para escrutar las fuentes del abuso, del descriterio, de la arbitrariedad, de la corrupción, del nepotismo, en fin, de la ilegalidad (y de la inmoralidad) en el sector público y privado. Por cierto, también para observar acciones nobles y correctas.
De ahí que el contralor tenía y tiene buenas fuentes para su certeza.
En lugar de indagar su pensamiento profundo y los temas de fondo, casi todos se escandalizaron, pues su aguijón habría tocado al hipersensible y supuestamente perfecto mundo de la política; pero sus palabras traslucían una ácida crítica tanto al mundo público como al privado,
Hoy observamos ciertos efectos del diseño institucional vigente y de la conducta de políticos, de sus parientes y de agentes públicos y privados.
La institucionalidad política pareciera no estar sana; los hombres que la manejan cuentan con una altísima desconfianza de la ciudadanía, y eso no cambiará hasta que no se realice la autocrítica y análisis de todo aquello que, con naturalidad, debamos calificar utilizando la asertividad, conducta o modo que pocos, tal como el Contralor, se atreven a utilizar.
Y los ciudadanos necesitamos representantes certeros.
Pero los modos que están más al uso son los extremos: o la pasividad o la agresividad, lo que sólo denota inseguridad.
[El Mercurio, 3 de marzo de 2015, Cartas,  p. A2]