Estamos
asistiendo, en conjunto, al renacimiento de un período jurídico con una notable
trayectoria de entrega de información y conocimiento, en que la divulgación de
las ciencias jurídicas será el centro de la preocupación del editor científico,
lo que corresponde, por oficio, a los juristas.
Ahora,
juristas serían aquellos estudiosos dedicados al análisis y crítica de un
derecho vigente, con un método adecuado, muchas veces enriqueciendo su mirada
mediante otras perspectivas, como la histórica, sociológica, incluso filosófica.
Este análisis y crítica puede ser más
o menos profundo, de acuerdo a las capacidad de cada cual; pero todos quienes
se dedican por oficio a la ciencia jurídica pueden reconocerse entre sí, y
convencionalismos más o menos, pueden llegar a un grado de valoración del trabajo
propio y ajeno: tenemos los medios para comprobar si sus aportes son de calidad.
Pero,
para escribir y hablar de Derecho, es necesario manejar una base conceptual y
una estructura metodológica, que es la que se enseña, o debe enseñarse, en las
Facultades de Derecho, y que se aprende diariamente, con el contacto con los
problemas jurídicos, los que surgen de la realidad, con las leyes vigentes, con
las jurisprudencias y con los análisis de otros juristas.
Un
país sin una comunidad adecuada de juristas de oficio es una desgracia social,
pues ellos deben ofrecer una educación jurídica de excelencia, producir
tratados y monografías o ensayos de carácter científico; y, en fin, Io que se
intenta realizar en este periódico: divulgar su ciencia; eI conjunto de
juristas hacen divulgación externa, para el resto de la sociedad; pero también internamente
se produce una divulgación entre los propios juristas, de modo interdisciplinario,
respecto de aquellos de una especialidad diferente.
A
la divulgación de las distintas áreas del derecho están invitados todos quienes
componen la comunidad de juristas, sin exclusión de ninguna especie, salvo la
calidad de sus contribuciones, ya sean breves opiniones en la sección
“Tribuna”, o desarrollos algo más extensos, en la sección “Doctrina”. En especial
es relevante esta última sección, pues al breve plazo ella podrá ser una
especie de barómetro de los temas que están preocupando a nuestros juristas de oficio,
esto es, investigadores teóricos cuyas reflexiones están sujetas a la
aplicación práctica inmediata; en otras palabras, el status quaestionis de la
ciencia del derecho chilena.
Estamos
en presencia, entonces, de una labor dirigida al engrandecimiento de la ciencia
del derecho, en que nos hemos reunido un grupo de entusiastas, con alguna
vocación de servicio, es verdad, p una
Editorial que desea algo más que obtener las legítimas utilidades Yo creo que
estamos todos agradecidos de esta sociedad.
[Publicado en La Semana Jurídica, Nº 282, 3 de abril de 2006]