8 de abril de 2002

Defensa del Código de Hammurabbi por un jurista


En pleno verano, el 26 de enero de 2002, la "Revista de Libros" N° 664 (que se adjunta cada sábado al diario "El Mercurio" de Santiago), editó un número especial, sobre "Lecturas de Verano", en que diversos críticos hacían recomendaciones. Entre ellos, Hernán Poblete Varas recomendaba, entre otros, un libro de Literatura fantástica, agregando que "si un tonto grave le dice que 'no está ni ahí' con Tolkien, recomiéndele que lea el Código de Hamurabi (sic), pero en su versión original" (p. 8).

La reacción no se dejó esperar, y el día 7 de febrero de 2002, la sección cartas del mismo diario publicaba lo siguiente, que reproducimos, por su interés para el mundo jurídico:

Señor Director:

En la "Revista de Libros" N° 663, de enero pasado, un comentarista de literatura sentenció como un castigo apropiado para tontos graves (considerando como tales a los que deseen leer novelas o libros " entretenidos" en verano), la lectura del Código de Hamurabi (sic); con el agravante de que debiesen sufrir su lectura "en su versión original".

Resulta curiosa la alusión, como un ejemplo de fomedad, respecto de un testimonio jurídico de tal relevancia, cuya lectura no evitaría ningún jurista informado, ni siquiera en verano; y quizás sería esta la mejor época para apreciar con tranquilidad el contenido de tal documento histórico.

La alusión adicional a su "versión original" es incluso sorprendente, dado que el Código de Hammurabi, rey de Babilonia, consta en un cilindro cónico de basalto, de color negro, de más de dos metros de altura, cubierto en su mayor parte por caracteres cuneiformes dispuestos en columnas y está escrito en lengua acadia. En lo alto de esta monumental pieza se encuentra esculpida una escena de solemne grandeza, en que aparece el rey de pie, orando ante Shamash, dios del Sol y de la Justicia. Se estima que data de los años 1792-1750 antes de Cristo, y consiste en una recopilación de derecho consuetudinario, de sentencias ejemplares, promulgadas por el rey "para que su país tomara firme disciplina y buena conducta".

Este código es una de las piezas más insignes del Museo del Louvre; su conocimiento ha sido para muchos juristas del mundo un Importante objetivo de su visita a París. Los juristas chilenos que voluntariamente se deseen presentar a cumplir el castigo deben dirigirse a la planta baja del ala Richelieu (Antigüedades orientales) de tal museo.

       En fin, puedo señalar que existe una vía alternativa de cumplimiento de la pena: la traducción en la colección "Clásicos del Pensamiento" de una conocida editorial española.



[Publicado en La Semana Jurídica, 8 de abril, 2002]