George Orwell
Rebelión en la Granja [Animal Farm]
Selección de
Alejandro Vergara Blanco
[Los Mandamientos quedaron escritos
sobre la pared con letras muy grandes, que podían leerse sin dificultad a mucha
distancia. La inscripción decía así:]
“Los siete mandamientos
1)
Todo lo que camina sobre dos pies es enemigo
2)
Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es un amigo.
3)
Ningún animal usará ropa.
4)
Ningún animal dormirá en una cama.
5)
Ningún animal beberá alcohol.
6)
Ningún animal matará a otro animal.
7)
Todos los animales son iguales.”
Snowball lo leyó en voz alta para que lo
oyeran todos, tras lo cual los animales asintieron con una inclinación de la
cabeza que denotaba su absoluta conformidad, mientras los más inteligentes
comenzaron rápidamente a aprenderse de memoria los Mandamientos.
Durante todo el verano, el trabajo se
desarrolló sin inconvenientes. Los animales eran felices como nunca hubieran
imaginado que podían llegar a serlo. / Hubo
clases de lectura y escritura, que fueron un gran éxito. Hacia el otoño
la amplia mayoría de los animales, en grado mayor o menor, tenían alguna
instrucción. /
Hubo algunas controversias, pero de todas
ellas ninguna fue tan larga y enconada como la que giró alrededor del molino de
viento. / En una extensa pradera, había una pequeña loma que resultaba ser el
lugar más elevado de la granja. Tras un estudio del terreno, Snowball dijo que
éste era el lugar ideal para levantar un molino de viento, con el que se podía
hacer funcionar un dínamo que suministraría electricidad a la granja dando luz
a las cuadras de los animales y las calentaría en invierno, y que además haría
funcionar una sierra circular, una desgranadora, una cortadora, una ordeñadora
eléctrica, etc. / Algunas semanas después, los planos para el molino de viento
estaban listos.
El proyecto del molino dividió las opiniones
en la granja.
Se acordó que en Reunión se iba a poner a
votación la decisión de iniciar la construcción del molino.
Estando reunidos los animales en el granero
principal, Snowball expuso sus razones para alentar la construcción del molino.
Luego Napoleón se levantó para responderle diciendo que el molino era una
tontería, aconsejando que nadie lo votara. Snowball se puso de pie y desgranó
un alegato apasionado a favor el molino, y su elocuencia ganó para sí las
opiniones. Cuando dejó de hablar, se podía saber cuál sería el resultado de la
votación.
Fue entonces que se levantó Napoleón, lanzó
un chillido estridente, y nueve
gigantescos perros se abalanzaron sobre Snowball que salió disparado de su
sitio en el exacto tiempo de esquivar las feroces dentelladas. / Nadie había
imaginado de dónde vinieron aquellas bestias, pero el enigma se aclaró
enseguida; se trataba de los cachorros que Napoleón había arrebatado a sus
madres criándolos en cautiverio.
En seguida Napoleón, con los perros
escoltándolo, pronunció su recordado discurso y anunció que en el futuro
aquellas cuestiones que hicieran al gobierno de la granja serían resueltas por
una comisión especial de cerdos, que él presidiría. Reunidos en consejo
comunicarían sus decisiones a los demás. Los animales se reunirían los domingos
de mañana para saludar la bandera, cantar y recibir órdenes a cumplir en la
semana; y que los debates ya no se realizarían. (…) [Así surgió el “gobierno”
de Napoleón]
Tiempo después, cuando ya pocos o ninguno
recordaban el terror de las ejecuciones, una parte de los animales recordó –o
creyó recordar- que el sexto mandamiento. Flotaba sobre todos ellos la
sensación de que las matanzas no lo obedecían. Pero ahora el sexto decía así:
“Ningún animal matará a otro animal sin
motivo”
En abril, “Granja Animal” se
proclamó República, y hubo que elegir Presidente. Hubo un único aspirante
Napoleón, que fue electo por unanimidad. / Pasaron los años y las estaciones se
sucedieron sin interrupción. / Napoleón se había convertido en un maduro cerdo
de ciento cincuenta kilos. / Una tarde los mandamientos se habían reducido a
uno y éste decía:
Todos
los animales son iguales,
pero
algunos animales
son
más iguales que otros
Después de leer eso
no les fue extraño que al día siguiente los cerdos que supervisaban el trabajo,
llevaran un látigo en su mano.
[Publicado en La Semana Jurídica, Nº 353, 13 de Agosto de 2007]