3 de julio de 2006

El derecho en la poesía de Pablo Neruda


 Textos escogidos por Alejandro Vergara Blanco


(El vate nacional se refiere, de manera pasajera a un notario; pero de manera directa y doliente a legisladores, abogados y jueces)


En: Residencia en la tierra, 2 (1931-1935), “II. Walking Around”:
“Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado (…)”.


En: Canto general (1950), especificado a las leyes, jueces y abogados, en: “V La arena traicionada. Partiendo por el poema “La oligarquías”:

“No, aún no se secaban las banderas,
aún no dormían los soldados
cuando la libertad cambió de traje,
se transformó en hacienda:
de las tierras recién sembradas
salió una casta, una cuadrilla
de nuevos ricos con escudo,
con policía y con prisiones”.

Luego en: “Promulgación de la ley del Embudo”:

“Los Parlamentos se llenaron
de pompa, se repartieron
después la tierra, la ley,
las mejores calles, el aire,
la Universidad, los zapatos.

Su extraordinaria iniciativa
fue el Estado erigido en esa
forma, la rígida impostura.

Lo debatieron como siempre,
con solemnidad y banquetes,
primero en círculos agrícolas,
con militares y abogados.
Y al fin llevaron al Congreso
La Ley suprema, la famosa,
la respetada, la intocable
Ley del Embudo.
Fue aprobada.

(…) Fuero para el gran ladrón.
La cárcel al que roba un pan.
París, París para los señoritos.
El pobre a la mina, al desierto.(…)”

Continua en “Los abogados del dólar”:

“Infierno americano, pan nuestro
empapado en veneno, hay otra
lengua en tu pérfida fogata:
es el abogado criollo
de la compañía extranjera. (…)

Cuando llegan de Nueva York
las avanzadas imperiales, (…)
se adelanta un enano oscuro,
con una sonrisa amarilla,
y aconseja, con suavidad,
a los invasores recientes:

No es necesario pagar tanto
a estos nativos, sería
torpe, señores, elevar
estos salarios. No conviene.
Estos rotos, estos cholitos
no sabrían sino embriagarse
con tanta plata. No por Dios.

Tiene automóvil, whisky, prensa,
lo eligen juez y diputado,
lo condecoran, es ministro,
y es escuchado en el Gobierno.
El sabe quién es sobornable.
El sabe quién es sobornado.
El lame, unta, condecora,
halaga, sonríe, amenaza. (…)

Dónde habita, preguntaréis,
este virus, este abogado,
este fermento del detritus,
este duro piojo sanguíneo,
engordado con nuestra sangre? (…)

Lo encontraréis en la escarpada
altura de Chuquicamata.
Donde huele riqueza, sube
los montes, cruza los abismos,
con las recetas de su código
para robar la tierra nuestra. (…)
(…) acusando a su compatriota,
despojando peones, abriendo
puertas de jueces y hacendados,
comprando prensa, dirigiendo
la policía, el palo, el rifle
contra su familia olvidada (…)”.

En fin, se refiere Neruda a: “Los jueces”:

“No tuviste razón, no tienes nada:
copa de miseria, abandonado
hijo de las Américas, no hay
ley, no hay juez que te proteja
la tierra, la casita con maíces.

Cuando llegó la casta de los tuyos
de los señores tuyos, ya olvidado
el sueño antiguo de garras y cuchillos,
vino la ley a despoblar tu cielo,
a arrancarte terrones adorados,
a discutir el agua de los ríos,
a robarte el reinado de los árboles.

Te atestiguaron, te pusieron sellos
en la camisa, te forraron
el corazón con hojas y papeles,
re sepultaron en edictos fríos. (…)

El juez benigno te lee el inciso
número Cuatromil, Tercer acápite,
el mismo usado en toda
la geografía azul que libertaron
otros que fueron como tú y cayeron,
y te instituye por su codicilo
y sin apelación, perro sarnoso.

Dice tu sangre, cómo entretejieron
al rico y a la ley? Con qué tejido
de hierro sulfuroso, cómo fueron
cayendo pobres al juzgado?”



[Publicado en La Semana Jurídica, Nº 295, 3 de julio de 2006]